¡El esfuerzo dio resultados! Así fue mi experiencia en el Maratón de Buenos Aires

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¡Al fin puedo sentarme a escribir! Desde que volví a Santiago, han sido días muy intensos. Correr el maratón de Buenos Aires ha sido una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida y llegar a la meta ha significado encontrarme con un montón de sentimientos y emociones muy lindas. ¡Y también de mucho ajetreo! Entre ir y volver, atender algunas entrevistas en medios y cumplir con la rutina de vuelta, todo este tiempo posterior ha sido de locos.

Ahora, varios días después y con la mente más tranquila, puedo contarles de la experiencia. Corrí los primeros 42K de mi vida en un tiempo de 3 horas, 47 minutos y 13 segundos. Un excelente rendimiento que dio cuenta del esfuerzo de todos los meses de preparación que ustedes fueron testigos.

Ese día partió tempranísimo. A las 4 de la mañana, tres horas antes de la carrera, ya estaba en pie. No dormí tantas horas, pero descansé bien. De desayuno, me tomé un té, mucha agua y tres croissant con dulce de leche. ¡Parece muy chancho! Pero la verdad es que toda el azúcar me servía para sacar energías.

Durante los primeros minutos de la carrera, me di cuenta que todo era menos difícil de lo que me había imaginado. El primer desafío era avanzar entre los otros 12 mil competidores; unos iban más rápido y otros más lento y con el coach Nike Lucho Montenegro nos habíamos quedado bien atrás. Así que, en los primeros 10K, la tarea era pasar a la gente a un ritmo y velocidad cómodos. El resto fue mucho más fácil.

En todo momento, me sentí acompañada por el equipo de Nike Buenos Aires y Roberto, mi novio, en bicicleta. Cada cierto rato, nos sacaban fotos y nos daban ánimo para mantener la energía. Lo que también funcionaba eran los chorros de agua fría que te tiraban con mangueras cada cuatro kilómetros; te reactivaban al tiro ¡jaja!

Cerca del kilómetro 30, empecé a sentir unos pinchazos en la cadera. Así que tuvimos que parar en uno de los puntos de hidratación y elongar por tres minutos. Tomé un antiinflamatorio y el dolor pasó de inmediato.

Doce kilómetros después, estaba llegando a la meta. ¡Sentí que podría haber corrido otros diez más! Pero estaba feliz y muy emocionada. No solo por haber llegado, sino que la experiencia de entrenamiento me hizo aprender que todo es posible y que, en verdad, las barreras no existen. Que si haces las cosas con pasión, los resultados llegan.

Estoy orgullosa de poder decirlo: me siento una verdadera atleta. Con disciplina, responsabilidad y compromiso. Ya estoy lista para los siguientes desafíos, ¿me acompañan? 🙂

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